Era tan pequeñita cuando se inició en el arte de trabajar el barro que no se acuerda de los años que podía tener cuando le tomó gusto a moldear, amasar, cincelar y decorar botijos y vasijas.
Loli García tiene ahora 75 años y ha empleado gran parte de la vida en su familia y en la alfarería, su apasionado oficio. Sexta generación de artesanos, esta nijareña, con la ayuda de su hijo Lorenzo desde que falleció Ángel, su marido, se ha reinventado y después ha convertido su tienda en un espacio de aprendizaje en el que compartir conocimientos ayudando así a que el oficio siga vivo.

La alfarería en Níjar ha traspasado fronteras y se ha convertido en lo que es hoy en día gracias a la dedicación y el trabajo de mujeres como Loli, quien, por fin, tiene un carné de identidad que la reconoce como artesana después de constar más de media vida como mujer dedicada a sus labores. “La condición de alfarera la he ganado con el tiempo, siempre se ha considerado a mi marido, alfarero. Sin embargo a mí, ama de casa, aunque yo siempre he dicho que soy alfarera”.
Alfarera, esposa, madre, abuela y ahora maestra. Un rincón de su espaciosa tienda de artesanía, quizá en la actualidad su preferido, está ocupado por una mesa y varias sillas donde Loli, rodeada de vasijas y pequeños botes con pinturas, aprovecha la llegada de clientes para realizar demostraciones de cómo se trabaja el barro y cómo se pinta antes de llevarlo al horno.
Alfarería personalizada
“El público venía, veía la tienda y decía: “Ay! a mí me gustaría pintar, hacer algo personalizado y tener algún objeto hecho por mí”; entonces yo les decía que pintaran a su gusto y que luego se cocía y se lo dábamos ya terminado”, así empezó esta aventura didáctica y difusora de las artes alfareras nijareñas.
Una idea que ha tenido buena acogida. Y es que son tareas que Loli lleva realizando desde la infancia. Primero con su hermano, después con su marido y ahora apoyada por su hijo, quien pese a haberse licenciado en el Grado de Administración de Empresas decidió continuar con el legado familiar convirtiéndose así en la séptima generación de alfareros.

Uno de los atractivos además es que el aprendizaje es gratuito, solo se paga por la pieza de barro. La decoración, el arte que cada uno le echemos a la vasija, es libre, gratuito, ya depende de cada cual.
“Yo aquí soy muy feliz”, así se siente Loli con el paso de los años. Tras una vida dedicada al barro y al arte de la alfarería, ella ha conseguido la manera de convertirse en vehículo de transmisión de este oficio en un pueblo reconocido por esta producción artesanal. Los colores propios de la alfarería nijareña son cuatro: amarillo, azul, verde y marrón. De la imaginación de quienes los combinan depende la magia de la obra.
https://www.instagram.com/alfarangelyloli
En este pueblo de Almería, las calles y sus casas están adornadas con vasijas dibujadas, los nombres de las calles también van acompañados de motivos, y esto en cada rincón de Cabo de Gata. A pesar de que quedan tres o cuatro talleres, frente a los 40 que estuvieron activos el siglo pasado, la tradición sigue viva y sin duda contribuye a la cultura propia y al desarrollo económico de la comarca de Níjar.
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Un comentario
Llevo 40 os visitando en verano el parque natural de Cabo de Gata/Níjar, los mismos que llevo visitando la tienda/ almacén/ alfar de Loli García. Mi casa está llena de sus productos. Y guardo afecto por esta persona, lo que no es raro, ya que es una persona amable y entrañable. Espero seguir viéndola aún muchos años.