Tras su traslado no hace tantos años desde el primero domingo del año al segundo, existen algunas dudas en torno a si es la primera romería del año en España, pero lo que está claro es que es la más importante para los almerienses de la capital. La tradición dice que en ese mismo lugar apareció la figura de una virgen que después se llamaría la Virgen del Mar, encontrada por un vigía cuando flotaba sobre las olas, tal y como dice su himno, santo y seña de la creencia de Almería. No en vano, es la patrona patrona de la ciudad, y en este 2013 se han cumplido 510 años de los hechos que han dado lugar tanto a la celebración que se ha rememorado hoy.
La playa de Torregarcía contaba con una torre de vigilancia ante los más que habituales ataques berberiscos, y de hecho desde su estratégica situación se contempla gran parte de la bahía. La fiesta religiosa consiste en la procesión de la Virgen desde su santuario hasta la ermita que se levantó en ese mismo lugar para recordar los hechos. Los fieles la acompañan junto a su carro, tras un estruendo de cohetes que avisan de lo que está sucediendo al común de la ciudadanía. El edificio, sencillo y singular, es obra de Guillermo Langle, y en él se hace una misa en honor a aquella aparición a cargo del obispo de la Diócesis almeriense, en este caso Adolfo González Montes.
El sentido de la fiesta laica que rodea a la liturgia es el de compartir las viandas que cada uno lleva al entorno del inicio del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar. Así, entre bocadillos y barbacoas, con la obligada tortilla de patatas y las bebidas que cada uno estima oportuno consumir, el ambiente es de hermandad y de convivencia. Su nivel de aceptación es muy alto, y se cuentan por miles los ciudadanos que se acercan, con cabalgadura o sin ella, a los alrededores de la ermita en la que se aloja durante unas horas a la Virgen. La imagen es trasladada a última hora de vuelta a su templo, en el que es custodiada durante todo el año incluidas las fiestas patronales de la ciudad.
En los ambigús se pueden arreglar los que deciden que no llevan ninguna comida a la cita, que cuenta con un mercadillo y varios puestos ambulantes en los que se pueden comprar desde gofres hasta hamburguesas. Los niños disponen de castillo para saltar y divertirse, además de una obligada visita al helicóptero que la Policía Nacional ubica justo al lado de la misma Torre García para cualquier tipo de emergencia. Y es que el tramo comprendido entre la ermita y la Torre es el que se usa para ubicar todo el montaje destinado a dar servicio a miles de ciudadanos.
Los autobuses se aparcan ordenadamente, y eso que son muchos, y el control de acceso de vehículos se efectúa mediante la labor de varios trabajadores destinados a impedir los embotellamientos. Esa es una labor un tanto complicada, ya que el número de vehículos es muy elevado. Por ello, los que más tranquilos están son los que logran meter su coche hasta muy cerca del epicentro de la fiesta porque madrugan mucho o porque directamente pasan la noche acampados en el único momento en el que eso está permitido en ese entorno. El control de los equinos, algunos con calesa incluida, es también importante para salvaguardar la seguridad de todos los asistentes.
La presencia de bomberos, del Seprona, de los forestales y de las policías Nacional y Local complementa la de los efectivos sanitarios y sus ambulancias, congregados todos cerca del yacimiento arqueológico de la fábrica romana de salazones. No hay que olvidar que a pesar de que la asistencia ha sido menor en esta edición en comparación a años anteriores, la aglomeración de personas, la presencia de caballos y la realización de fuegos son elementos que suponen de por si mucho peligro para la integridad de las personas si no hay responsabilidad por parte de los participantes en la romería. La autoridades están presentes, pero es un día en el que no puede caber distinción alguno, porque de eso se trata.