Me veo todavía en el colegio frente a una pizarra -no digital- aprendiendo que un día tiene 24 horas, una hora 60 minutos y un minuto 60 segundos. La semana, siete días; el mes depende, es posible que alguno tenga 30 y otro 31, aunque febrero va por libre; eso sí, el año tiene 12 meses.
El tiempo se compone ahora de lo mismo que cuando mis padres eran jóvenes allá por los años 70 del siglo XX o cuando mis abuelos eran unos niños y recién salían de la Guerra Civil. Pero la sensación de aprovechar el tiempo, ¿era la misma? ¿Es lo mismo una hora viendo Netflix que corriendo bajo el estruendoso sonido de una alarma para meternos en un refugio antibombardeo? ¿Es lo mismo tener 25 años y estar viendo stories de Instagram que cuidar de un niño pequeño que llora a todas horas? ¿O buscar trabajo y que te rechacen tras mil entrevistas y encerrarte en un bar a reposar tus frustraciones frente a un café (algunos frente a una copa de coñac)? ¿Ese tiempo es el mismo que estar de botellón con tus colegas y pensar que el mundo se acaba con esa fiesta? ¿Pasa el tiempo igual?
Nunca tenemos tiempo, pero no sabemos bien en lo que lo invertimos. Cuando no queremos ver a alguien decimos que estamos liados y no tenemos tiempo, aunque pasemos horas viendo memes y microvídeos que, como drogadictos, anhelamos solo por esa sensación de entretenimiento efímero y narcótico. Tardamos días en contestar mensajes y WhatsApp, si es que lo hacemos, porque no tenemos tiempo de dedicar unos segundos a hablar con un amigo, y menos si se trata de quedar para tomar algo con él, aunque sea por videollamada.
No tenemos tiempo, estamos liados, estamos estresados, estamos saturados y necesitamos liberarnos de no sabemos bien qué. Es como perdernos el cumpleaños de nuestro hijo, porque con las reuniones es que nos falta el tiempo. Hay que trabajar y ganar dinero, está claro, pero ¿se puede comprar tiempo?, ¿se puede vender tiempo?, ¿se puede volver hacia atrás en el tiempo? Al niño que se queda sin ver a cualquiera de sus viejos le importan un carajo las reuniones y los comités ejecutivos, así como al amigo que espera con ilusión un rato de evasión entre charlas y copas y cervezas y se queda esperando llamadas y mensajes que no se contestan y que, claro, tenemos que respetar, porque, faltaría más, se trata del tiempo de los demás. Al final nosotros hacemos lo mismo.
No hay nada más insultante que pedir tiempo, mendigar tiempo, solicitar el poder arañar algunos minutos de la vida de otras personas. Todos sabemos que el tiempo es oro, aunque un amigo me dijo que sería oro falso, porque su hora de trabajo no valía ni una mierda.
Tenemos deseos insatisfechos, ya que no tenemos tiempo. Cuando tenemos tiempo no tenemos dinero, decimos; cuando hay algo de dinero, estamos esclavizados a jornadas de trabajo maratonianas, pero tampoco ganamos tanto como para dejar de echar horas. El fin de semana tenemos algo de tiempo libre, pero hay que hacer millones de cosas a la vez, no vaya a ser que nos aburramos y no aprovechemos el tiempo y terminemos haciendo lo mismo que aquellos antepasados que se pasaban horas sentados en la puerta de la calle sin hacer ¿nada? ¿Perdían ellos el tiempo o lo vivían de otra forma? Esos veranos eternos dan paso a los veranos pre-pandemia, en los que queremos quemar el mapamundi a base de viajes low costs inmortalizados por miles de selfies. Nos agobiamos en época de descanso porque ¡no tenemos tiempo!
No tenemos tiempo para las personas, me dijo un abuelo una vez. La virgen, cuando empiezas a darle la razón a los abuelos y/o a tus padres es que ya estás viejo, da igual que pases horas escuchando Trap, haciendo Tik Toks o te vistas como un quinceañero. Y si estás viejo, ¿se ha pasado tu tiempo para opinar, para pensar, para vivir o para lo que sea? Porque el tiempo es una losa, es el dios de la serie DARK que, al final, siempre controla nuestras vidas.
Pasamos el tiempo, perdemos el tiempo o aprovechamos el tiempo pero, al final, este siempre nos agarra de la solapa y nos arrastra inexorablemente hacia adelante. El drama es que se acaba el tiempo y no sabemos cuándo se apagarán las luces de la fiesta. Si fuera mañana, ¿a qué dedicaríamos el tiempo?
Héctor Jerez
Politólogo, blogger y consultor.
@hecjer
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