viernes, 29 marzo 2024

Salsa rosa putrefacta

21 enero 2019
Fran García
Fran García

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Antes ocurría; ahora aún más…

Antes ocurría; ahora aún más…

¿Qué digo? Muchísimo más, a diario, en todo tipo de sectores, y hasta en el tú a tú en una cafetería…

El silencio, pero no ese silencio sepulcral y diáfano que recitaba y sugería mi compañera y amiga, M. Carmen Mañas, hace unos años.

No… se trata de un silencio más abstracto; el que ensordece a uno mismo; el mismo que pretende sellar la boca, a toda costa, a quien tienes delante porque opina de forma parcial o totalmente diferente a la tuya.

Da igual el tema; da igual la excusa; da igual el principio; da igual que lleve su razón o su parte de razón.

Y aquí viene mi gran pregunta en diferentes versiones, filtrada desde los tiempos de los míticos maestros filósofos: ¿Quién demonios ostenta la verdad? ¿Quién lleva más razón que quién? ¿Quién merece el trono de la sensatez, si no existe muchas veces ni el detenimiento?

En política, por ejemplo, no solo ocurre igual, sino al por mayor y en serie.

En muchas ocasiones, ¿cómo se pretende gestionar desde la atención al ciudadano, si ni siquiera se le escucha y acoge como debe? De igual forma, ¿cómo se pretende llegar a consensos, si muchas veces prima la testarudez, la ofensa, el hermetismo y el postureo más tóxico en ciertos sillones?

Para gestar, lo primero que hay que hacer es escuchar, por supuesto, sin dejar de escucharse a uno mismo; pero escuchar y no oír o, sencillamente, exponer un monólogo.

Este fin de semana pasado, hablando entre amigos de diferentes ideologías, surgía la siguiente confirmación, más que reflexión, global: uno de los enormes males que presenta la política ahora mismo, y hasta el contexto social en sí, es la incomunicación, y, buena parte de ella, se sustenta en la telefonía móvil (qué cosas…), el narcisismo mediado, el comodismo (íntimo amigo del inmovilismo), la soberbia disfrazada de humildad, el teatro sobreactuado y – apunten muy bien esto – la mentira crónica.

El último concepto hace, precisamente, referencia al cáncer más letal al que ha de someterse de una vez dicho sector, pues lo está llevando al vórtice del populismo más problemático y de la segregación más innecesaria y burda vista jamás.

O nos vamos escuchando unos a otros, sobre todo desde abajo, independientemente de la ideología, anotando con tinta fresca los deberes colectivos, o las siglas acabarán reducidas a salsa rosa putrefacta, y perdonen la expresión.

Fran García es escritor

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