viernes, 29 marzo 2024

Riesgos de las ‘dietas milagro’

7 junio 2012
Ildefonso Barbero

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Frecuentemente aparecen nuevas dietas de adelgazamiento, difundidas a través de programas de televisión, revistas de moda, alimentación, entre otras, que tienen en común la promesa de una rápida pérdida de peso sin apenas esfuerzo. Estas dietas milagro, frecuentemente, son fruto de la búsqueda de beneficios económicos…

Frecuentemente aparecen nuevas dietas de adelgazamiento, difundidas a través de programas de televisión, revistas de moda, alimentación, entre otras, que tienen en común la promesa de una rápida pérdida de peso sin apenas esfuerzo. Estas dietas milagro, frecuentemente, son fruto de la búsqueda de beneficios económicos más que de la promoción de una alimentación sana y equilibrada, y son prescritas por personas sin conocimientos científicos ni profesionales en el campo de la nutrición.

En general, estas dietas inducen una restricción de la energía ingerida muy severa, que conduce a deficiencias en vitaminas y minerales, alteraciones del metabolismo y a una monotonía alimentaria que las hace insostenibles en el tiempo y peligrosas para la salud. Se caracterizan, pues, por las escasas calorías que aportan. Ante esta situación cercana al ayuno, el organismo reacciona compensando la falta de energía recibida con un aumento de la destrucción de las proteínas corporales, como fuente alternativa de energía, lo que provoca una pérdida de masa muscular y, por otro lado, la formación de sustancias peligrosas para el organismo cuando la dieta se prolonga en el tiempo.

Botero

Sin embargo, quien sigue estas dietas interpreta erróneamente la pérdida de masa muscular y, por tanto, de peso con el éxito del régimen escogido, pues dan resultados espectaculares al subirse a la báscula durante las primeras semanas. Esto se debe a que el tejido muscular es muy rico en agua, con lo que se elimina mucho líquido en la primera fase. En ocasiones este proceso se refuerza con el consumo de diuréticos (fármacos que promueven la excreción de orina), lo que conduce a una aún más llamativa pérdida de peso.

Un problema añadido de estas dietas milagro es que favorecen una recuperación muy rápida del peso perdido (efecto rebote o yo-yo). La tendencia exacerbada a la recuperación del peso se produce porque las situaciones de ayuno ponen en marcha potentes mecanismos nerviosos y hormonales que se oponen a la pérdida de peso: mayor rendimiento del metabolismo corporal, con un mayor ahorro energético e incremento del apetito. Estos mecanismos conducen a una rápida recuperación del peso perdido en cuanto se vuelve a comer de la forma habitual. Ese peso recuperado se debe predominantemente a la formación de tejido graso, que es, precisamente, el que origina problemas de salud y el que deberíamos reducir con la dieta (como se demostró ya en los experimentos realizados por el gran científico español de la nutrición profesor Grande Covián, hace 30 años).

Los signos que permiten reconocer una dieta milagro son: la promesa de pérdida de peso rápida: más de 5 kg por mes, se puede llevar sin esfuerzo, y el anuncio de que son completamente seguras, sin riesgos para la salud.

Dietas

En resumen, las dietas muy restrictivas, muy bajas en calorías, aunque consiguen que el peso disminuya a corto plazo, constituyen un riesgo inaceptable para la salud ya que pueden:

-Provocar deficiencias de proteínas, vitaminas y minerales por la falta de consumo con los alimentos.

-Producir efectos psicológicos negativos.

-Desencadenan, incluso, trastornos del comportamiento alimentario (anorexia y bulimia), a veces de mayor gravedad que el exceso de peso que se pretendía corregir.

-Favorecer el efecto rebote o yo-yo.

Al abandonar estas dietas, las personas que siguen estas dietas no han aprendido a comer saludablemente y vuelven a las costumbres que les hicieron engordar.
De forma general, las llamadas dietas milagro se pueden clasificar en tres grandes grupos:

– Dietas hipocalóricas desequilibradas como la dieta de la Clinica Mayo o la dieta Gourmet.

– Dietas disociativas como la dieta de Hollywood o la dieta de Montignac, que se fundamentan en que el aumento de peso responde a según que combinaciones de alimentos, no a los alimentos por si mismos.

– Dietas excluyentes, que se basan en eliminar algún nutriente. En estas se encuentran dieta de Atkin, o la Scardale o      la del Dr. Prittikin.

Como señala la SEEDO, los programas de pérdida de peso deben reducir la ingesta energética, sobre todo a partir de grasas y grasas saturadas, y deben basarse en una dieta equilibrada, que prevenga la deficiencia de vitaminas y minerales. El exceso de energía se almacena en forma de grasa corporal con el consiguiente aumento del peso.

Adelgazar no es solamente perder peso, es realmente eliminar este exceso de grasa corporal para recuperar un peso saludable. La ganancia de peso es consecuencia de una mayor ingesta de alimentos acompañada de una disminución en el gasto de energía por una situación de sedentarismo. Si basamos nuestros esfuerzos solamente en disminuir los alimentos que ingerimos, este esfuerzo va a tener que ser mucho mayor, con las repercusiones sobre la salud que se han descrito anteriormente. Sin embargo, si combinamos una disminución de las calorías de la dieta, controlada por un especialista para que no exista ningún desorden alimentario, con un aumento, por pequeño que sea, del ejercicio físico, y todo ello lo mantenemos en el tiempo, tendremos el éxito asegurado en nuestro objetivo de perder peso. La formación de buenos hábitos alimentarios es un excelente instrumento para prevenir enfermedades y promover la salud en la población.

Podemos alimentarnos mejor incorporando una amplia variedad de alimentos a nuestra dieta diaria y semanal, porque no existen alimentos buenos ni malos, ni un alimento que contenga todos los nutrientes esenciales para nuestro organismo. Para gozar de buena salud necesitamos de todos ellos, pero también en la cantidad adecuada para controlar nuestro peso corporal: Diariamente debemos consumir cereales (preferiblemente integrales) y patatas, hortalizas, frutas, leche y derivados lácteos (preferiblemente desnatados) y aceite de oliva. Varias veces a la semana legumbres, frutos secos, pescados, huevos y carnes magras. Se aconseja moderar el consumo de carnes grasas, pastelería, bollería, azúcares y bebidas refrescantes.

Es importante mantener una buena hidratación tomando como mínimo 2 litros de agua al día. Estas recomendaciones se complementan con el consejo de practicar diariamente ejercicio físico moderado y ajustar la ingesta de alimentos de acuerdo al nivel de actividad habitual, para mantener el peso corporal en niveles deseables. Todos estos consejos los podemos llevar a la práctica siguiendo una dieta de estilo mediterráneo, que posee beneficios científicamente probados relacionados con la mejora del perfil lipídico (aumenta el colesterol bueno y reduce el malo). Además es rica en fibra y antioxidantes. Se recomienda realizar como mínimo cuatro o cinco comidas al día: desayuno, media mañana, comida, merienda y cena. Conviene no olvidar el desayuno, porque nos ayudará a lograr un adecuado rendimiento físico e intelectual. (Fuentes: AESAN y FESNAD)

Como decía nuestro gran nutriólogo, el profesor Grande Covian, “hay que comer de todo pero en platos de postre”.

Ildefonso Barbero es médico