Perdonen que hoy no cumpla con esa vieja ley del Periodismo que dice que los periodistas no somos noticia. Perdonen que les hable de nosotros mismos. Pero es que, saben, lo cierto es que nos estamos convirtiendo en protagonistas de nuestra propia historia. Desde que comenzó esta crisis que nos tiene a todos atemorizados y convulsionados, se han perdido 5.000 puestos de trabajo en los medios de comunicación. Somos, por encima incluso de la construcción, el sector más afectado. Cierran periódicos, se apagan radios y televisiones, y a nadie parece importarle. Y cada vez que eso ocurre, cada vez que se cae una palabra, un plano, un sonido, se va silenciando poco a poco el sentido crítico de nuestra sociedad, se va mermando la calidad de nuestra democracia.
Los periodistas, los medios, tan criticados, tan denostados, tan odiados en ocasiones, cumplimos con un papel impagable: somos los testigos y los vigilantes de lo que ocurre a nuestro alrededor. ¿Qué hubiera ocurrido el 11 M si los periodistas no hubieran estado allí? ¿Qué pasaría si en las próximas elecciones, ninguna radio, ninguna tele, ningún periódico les contara quién ha ganado? ¿Lo imaginan? Pues cada vez es menor el hueco para el análisis distinto, para la diferencia, a pesar incluso de Internet… Mueren medios, desaparecen, y otros se unen, se absorben los unos a los otros en un peligroso juego empresarial en el que, al final, el que sale perjudicado es el ciudadano que tiene menos oferta donde elegir. Y no se equivoquen, cada vez que esto sucede, les están robando un poquito de libertad.
Un negro panorama ante el que los periodistas intentamos sobrevivir, adaptándonos al futuro, en un momento crucial en el que no sabemos muy bien hacia dónde va nuestro oficio. Pero no se equivoquen, los periodistas podemos estar heridos, pero aún no enterrados. Luchamos por defender la dignidad de nuestra profesión. Acabamos de dar un paso adelante con la creación del Colegio de Periodistas de Andalucía, que permitirá separar a los que se inmiscuyen en lo nuestro, sin formación, sin criterio, sin decencia ni ética; que nos permitirá, o eso esperamos, volver a estar en la vanguardia social. Porque también debemos hacer un ejercicio de autocrítica y reconocer que nos hemos alejado en muchas ocasiones –por la precariedad, por la falta de tiempo, de ánimo, hasta de dinero- de lo que nos piden los ciudadanos. Nuestros verdaderos jefes. A los únicos a los que nos debemos y por los que debemos luchar cada día.
Covadonga Porrúa Rosa es periodista y presidenta de la AP-APAL