Como cada 21 de mayo, se celebra el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo. Como dijo Koichiro Matsuura, gracias a la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, ésta «se eleva … a la categoría de patrimonio común de la humanidad» y se considera «tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los organismos vivos».
¿Por qué necesitamos un día para su defensa? Sencillo, los países desarrollados dotan a la cultura predominante en ellos con un halo de supremacía sobre las culturas de los países empobrecidos. La globalización económica utiliza la globalización cultural para la imposición de sus productos en los mercados en expansión. Como siempre, el pez gordo se come al pezqueñín. Ello conlleva dos aspectos negativos a considerar: la continua desaparición de culturas, y la radicalización de pueblos que ven peligrar su cultura milenaria ante la imposición de otra tangencial o directamente contraria a su forma de vida. En palabras de Edward Said «la idea de incompatibilidad cultural juega para uno y otro lado: para los que creen que las culturas inferiores sólo imitan y para quienes piensan que los miembros de estas culturas sólo deben resistir desde su particularidad cultural».
He aquí la importancia de la palabra Diálogo. No creamos que las culturas tienen la propiedad de la impermeabilidad, la característica de la unicidad y, mucho menos, la necesidad de la imposición de su visión del mundo al resto. La historia de las diferentes culturas tiene un denominador común: el mestizaje. Toda cultura bebe de diferentes manantiales por su proximidad o por acercamiento. El problema surge cuando una cultura es sumergida forzosamente, deja de beber y termina ahogándose. Cada cultura crece en contacto con otras y cuando se aísla termina sucumbiendo por inanición.
La palabra clave para cualquier diálogo es respeto. Respeto no es tolerancia, como bien comenta Agnes Agboton en su libro Más allá del mar de arena: «Hay dos palabras que me dan mucho miedo: una es tolerancia y la otra integración». Razona esta gran narradora de origen beninés que la integración suele confundirse con asimilación y que tolerancia tiene un deje a resignación que está alejado del consabido respeto en el que ha de basarse cualquier relación humana. Una relación tolerante tiene planos a distinta escala y un trasfondo forzoso e inevitable. Por el contrario, una relación basada en el respeto sitúa a las partes en el mismo plano y trasluce sensibilidad y empatía.
Otra palabra importante, presente en la nominación del Día que vamos a celebrar, es Desarrollo. La cultura de una sociedad es la base sobre la que se organiza, establece los cauces indicados de comunicación, enfatiza y estimula el uso del saber tradicional y genera la cultura material. Es la forma de ver el mundo que un colectivo posee. Y la considero importante desde tres aspectos bien diferenciados:
Toda cultura se enmarca en un entorno geográfico y ambiental que marca los límites de Desarrollo. Con lo cual, la desaparición de una cultura, ya sea por eliminación o por asimilación, marca el inicio del declive de una sociedad porque tenderá a la superación de esos límites que marca su entorno natural.
La relación de culturas diferentes genera un avance en la forma de organizarse social y económicamente, porque ayuda a la adaptación a las circunstancias que genera la mundialización favorecida por las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
La tecnología, el conocimiento y la cultura material son objeto de posible intercambio. En definitiva, se convierte en contribución al Desarrollo de la sociedad y a la Cooperación para el Desarrollo de otras. Pero ¡cuidado con no caer en el mercantilismo!
No podemos sustraernos de los peligros que apareja la pérdida de diversidad cultural. Es deber de toda persona la implicación, en la medida de sus posibilidades, en la salvaguarda de las culturas amenazadas. No podemos cerrarnos a una lucha cultura moderna vs cultura local, el futuro inteligente y necesario para la supervivencia de nuestra civilización radica en el respeto, el diálogo y la búsqueda de valores comunes para no quedar presos de la monocultura que caracteriza la sociedad de la información.
Un último punto a tener en cuenta es el uso, por parte de las autoridades socioeconómicas, religiosas y políticas, de la supremacía de una cultura y la excusa en el respeto a la diversidad cultural para agredir a los Derechos Humanos. Hemos de estar vigilantes para que tales extremos no sucedan, porque la dignidad humana está en juego.
Me pregunto: ¿Tan difícil es respetar?
Tomás Viada Góngora es de EQUO Almería