El 25 de mayo se celebra el Día de África según la UNESCO, una fecha que marca el aniversario de la fundación de la Organización de la Unidad Africana. Preconiza su riqueza y diversidad, refuerza la solidaridad entre sus pueblos, promueve la integración regional y la cooperación multilateral.
África es la cuna de la humanidad. En ella nació la pequeña Australopithecus afarensis llamada Lucy, uno de los ancestrales homínidos de los que procede el hombre moderno actual. 3 millones de años más tarde, casi todo el continente se halla sumido en un subdesarrollo profundo, dándose la circunstancia de que de los 10 países menos desarrollados del mundo según Naciones Unidas, 9 son africanos, en concreto, de la franja subsahariana. Esto no tiene fácil explicación, siendo bien sabido que en África se encuentran los recursos minerales y naturales más abundantes del planeta. La total repartición colonial de África, iniciada desordenadamente a partir del siglo XVII por las potencias europeas, culminó en 1885, con la Conferencia de Berlín, época en la que los estados europeos se repartieron el “pastel africano”. Fue un ejemplo del Nuevo Imperialismo generado por la necesidad de los países europeos de obtener materias primas para el rápido crecimiento de su producción manufacturera después de la Revolución industrial. A pesar de la descolonización iniciada a mitad del siglo XX, los ciudadanos africanos aún están pagando sus consecuencias…
Se calcula que viven en África no menos de 800 millones de personas. En el recientemente publicado Informe sobre Desarrollo Humano de África 2012, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) defiende que el África Subsahariana no puede sostener su actual resurgimiento económico a menos que elimine el hambre que afecta a casi una cuarta parte de su población. Además, según informes de la OMS, el porcentaje de infectados por el virus del VIH-SIDA alcanza en algunos países africanos al 40% de la población; y más del 90 % de los aproximadamente 300 a 500 millones de casos de paludismo que hay en el mundo cada año se producen en África, principalmente en niños menores de cinco años. La degradación ambiental de algunos países de este continente intensifica la desigualdad originando un impacto adverso en las personas de menores recursos.
Para promover el desarrollo de los países africanos más subdesarrollados, es necesario velar por la sostenibilidad local, nacional y regional, proceso que puede y debe hacerse fomentando la equidad y el empoderamiento. En ello tenemos algún que otro débito y responsabilidad los ciudadanos de los países europeos.
En una época convulsa como la que nos ha tocado vivir, desde el punto de vista económico, político y social, es muy “goloso” recortar, o incluso eliminar, las partidas presupuestarias que se entienden como accesorias, secundarias, prescindibles… Todo lo que no dé beneficios económicos a
corto plazo debe ser descartado. Así, podemos llegar a pensar que sobran de nuestras vidas la cultura, el fomento del deporte (de base), la investigación, y por qué no, el apoyo solidario a los colectivos más desfavorecidos, máxime si son de países ajenos al nuestro, ¡y encima, no viven en España!
Decía W. Churchill que el precio de la grandeza es la responsabilidad.
Apoyar la cooperación internacional para el desarrollo es saldar nuestra propia deuda con la humanidad y con la madre África. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por los suyos y por sí mismo.
Matías Valverde Romera
EQUO Almería