Un par de años atrás, a los estudiantes de segundo año de bachillerato nos daban la posibilidad de elegir si queríamos ir de viaje de estudios a Francia o Italia. Hubo 3 manos levantadas para elegir a Francia como destino en contraposición con aquella multitud de manos que preferían nuestra patria hermana, Italia. Yo fui una de ellas.
Tras muchos sacrificios, llego el día tan esperado y aquel día que con 17 años, por fin pondría un pie fuera del territorio español. Nunca nada volvería a ser lo mismo.
Me di cuenta de que el haber trabajado durante 6 meses en un restaurante italiano me abrió muchas posibilidades y que podía entender y comunicarme en el idioma perfectamente. Descubrí que no podía quedarme quieta nunca más.
Un par de meses más tarde empecé la Diplomatura de Turismo en la Universidad de Almería. Sin embargo, no tardé mucho en desilusionarme: aquello no era más que una burda copia de Empresariales a la que habían añadido idiomas. Además el nivel que se daba en la carrera de inglés o francés era muy inferior del que yo llevaba. Me aburrí soberanamente. Solo me mantenía la esperanza el irme de Erasmus a Alemania durante mi 3er año y finalmente aprender alemán.
Mi año en Alemania ya sí que fue la revolución: empezar a vivir en un país del cual no entendía ni una palabra, con las 4 estaciones climáticas diferenciadas, vivir junto a un caudaloso rio en un parque natural (¡nunca había visto tanto verde junto!), usar la bicicleta para todo (ya llueve, nieve o lleve tacones, ¡nadie me bajará de mi bici!), aprender a recoger fruta de los arboles silvestres… Fueron enseñanzas de un valor incalculable que fueron formando cada vez más mi personalidad.
Tras terminar la carrera, conseguí una beca para mejorar mi inglés en Boston, Estados Unidos… ¡Mi primera vez fuera del continente y solo tenía 21 años! Cruzar el charco y vivir con una familia de raza negra en un suburbio afroamericano eliminó aún más si cabe mis fronteras y aumentó mi tolerancia con otras razas.
Una vez que termine el curso, decidí que quería ser azafata de vuelo. En España estaba totalmente descalificada por mi altura y mi carencia de contactos (enchufismo, uno de los grandes males del panorama nacional), pero otras compañías extranjeras no se lo pensaron dos veces para invitarme a una entrevista presencial (¡incluso la compañía de bandera de Suiza!). Al final sobreviví un año en Londres con una popular compañía low cost. Después de la experiencia y de aprender inglés definitivamente, opté por cambiar de rumbo. Quería una vida más bohemia, más en contacto con el arte y la música. Decidí empezar una nueva vida en Europa del Este y Budapest fue mi destino escogido. Otra vez de vuelta a un país extraño donde no entendía el idioma, pero el reto diario de aprenderlo y de encontrar trabajo me mantenía ilusionada.
Sí, es posible encontrar trabajo decente en Europa sin hablar el idioma. Sin embargo, a parte de un par de viajes a Rumania y Eslovaquia, mi sueldo húngaro no daba para mucho más.
En ese momento y con 23 años mi próxima aventura sería cruzar los siete mares. Me enrolé como tripulante de una naviera americana. Visité países que ni en toda la carrera de turismo habían sido mencionados. Aprendí a celebrar el año nuevo con los chinos a bordo, San Valentín con los occidentales y ramadán con los indonesios, la fiesta de la independencia de los Filipinos (curioso, siendo la única española a bordo), bebí más cocos en el Caribe de los que puedo recordar, mis días ya no eran días de la semana o meses sino días de alta mar o puertos de escalas. Aprendí que se pueden trabajar 10-14 horas al día, durante 6 meses sin ningún día libre y aun así no perderse ninguna fiesta o ninguna excursión a ningún de los puerto de escala… ¿quién necesita irse a dormir, si esta noche estamos atracados en San Francisco o Venecia? ¿Quién ha tenido la posibilidad de haber celebrado sus cumpleaños en Croacia o cruzando el canal de Panamá? Trabajar duro no es un problema, ya que todo tiene su recompensa.
Tras dos contratos en alta mar, el mundo seguía pareciéndome pequeño. Había conocido a tantos amigos que gracias a mí podían poner Almería en un mapa: Filipinas, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Malasia, Kazajistán, Kirguistán… Por nombrar unos pocos.
Cuando decidí volver a Londres en 2012 , esta vez ya con 25 años y me di cuenta de que los Juegos Olímpicos estaban a la vuelta de la esquina, sentía que ya tenía edad para asumir responsabilidades y que quería trabajar para un evento internacional pero no de voluntaria, sino como manager en un puesto de mucha responsabilidad. Dicho y hecho, terminados los Juegos Olímpicos me volví a ir con un billete de solo ida a Asia Central. Apenas hace un año de ello.
Gracias por leer toda esta historia de una almeriense pequeña en altura pero grande en aspiraciones. Solo quisiera resumir mis últimos años y demostrar que si se quiere, se puede. No provengo de una familia adinerada ni tengo contactos pero si mucha determinación y afán de superación. El no se puede no existe en mi vocabulario. Puede ser difícil, pero no imposible.
Ya puedo leer vuestros comentarios de seguro que es una mantenida o quien sabe que cosas obscenas y similares. Ahora vendrá el listo/a de turno a sacar punta a todo lo que he vivido y escrito y decir que eso no es verdad/que me lo he inventado/que estoy fumada. Pero si, almerienses, hay vida más allá de las Cuatro Calles, de Porrón, de la Térmica, de Zara. Me encantó ver como reaccionasteis cuando tiraron el Toblerone. Volvía a creer en la juventud española.
No desistáis y nunca dejéis de creer en vosotros mismos. No dejéis que la sociedad o el gobierno os haga sentir pequeños e insignificantes. Por mucho que os digan, el mundo que hay afuera no es malo y hay muchas cosas buenas esperando. Solo después de que hayáis visto lo que hay fuera estaréis listos para cambiar Almería desde dentro y transformarla en la ciudad a la que a todos nos gustaría regresar.
Sobre la autora
Nacida en Almería, viajera independiente e incansable, defensora de causas no perdidas y Almeriense no muy orgullosa de la mentalidad almeriense e intentando cambiar eso. Puede contactar con Noelfy a través de su pagina web o conecta con ella a través de Facebook ó twitter.