Han pasado más de nueve años y todavía recuerdo aquellos primeros meses cuando soportabas el peso de la rabia de millones de personas que, como yo, caminábamos entre el dolor, la angustia y la impotencia de una injusticia, de una masacre humana, que intentábamos parar bajo el grito de «NO A LA GUERRA».
Recuerdo perder la voz y el corazón con cada paso que daba manchando tus aceras por manifestarnos contra otra mancha, incluso más grande, que ocurría en las costas de Galicia.
Algunos aún sonreímos cuando nuestros padres nos cuentan que, agarrados a su mano, dimos contigo nuestros primeros pasos.
Nos emocionamos al recordar nuestro primer beso, aquel abrazo de amigo, el primer te quiero…, siempre junto a ti.
Has intentado llevarme por buen camino, me has acompañado, nervioso, inquieto y triste, a despedir a los que se fueron, pero volverán, y a los que nunca volverán porque se fueron.
Contigo revelé aquellos secretos que me revelaban.
Contigo reí, lloré, corrí, salté, grité…, contigo crecí.
Y, en cambio, unos nos criminalizan por reunirnos contigo y otros ponen precio a tu cabeza cobrándonos por horas el tiempo que pasamos a tu lado.
Y tú, a pesar de todo, sirves de hogar de los que no tienen casa abrazando a los que no abrazan a nadie y aguantando el dolor de muchos.
De muchos de los que exclamamos sobre tu piel un «BASTA YA» de más víctimas del terrorismo, de más violencia de género…
Y muchos, hace ya casi un año, utilizamos tu silencio para dar voz a la indignación ciudadana y manifestar, a aquéllos que no nos representan, que no tenemos miedo.
Hace poco, nos acogiste para protestar contra una reforma social y laboral que nos es más que un intento de formarnos en un mundo de tiranía, dogmatismo y competitividad a base de recortar nuestra dignidad y nuestros derechos. Anoche te vi acompañada de muchos. Y, a pesar de no ser tiempos para caminar sin rumbo, aquellas personas no tenían un destino fijo. Aquellas personas estaban bebiendo sus mentiras, emborrachando su odio y vomitando su indiferencia. Una escena que se suele repetir, cada fin de semana, por cualquier rincón de tu cuerpo.
Hoy te escribo porque confío en que nos estés esperando con los brazos abiertos. Sobre ti, la injusticia de unos pocos está intentando acabar con la justicia de todos. Hay una gran parte del mundo que, como hace un año, te queremos recuperar. Necesitamos hacer lo de antes para que no tengamos que volver hacer lo de antes. Reflexión, acción y participación en las calles de cualquier ciudad para que salga SOL por donde quiera.
Y es que sirves para tantas cosas, aunque muchos se empeñen en utilizarte para tan poca cosa.
Jesús Muyor Rodríguez, es profesor del Grado en Trabajo Social de la Universidad de Almería