Ayer fui a comprarme un pantalón. Había una línea señalizando la entrada y otra la salida. En el suelo había puntitos rojos cada 2 metros, y la megafonía recordaba constantemente las medidas de distanciamiento social y la necesidad de llevar las mascarillas bien puestas. ¡Y por fin llegué a mis pantalones!.
Ayer fui a comprarme un pantalón. Había una línea señalizando la entrada y otra la salida. En el suelo había puntitos rojos cada 2 metros, y la megafonía recordaba constantemente las medidas de distanciamiento social y la necesidad de llevar las mascarillas bien puestas. ¡Y por fin llegué a mis pantalones!. Le pregunté a la responsable del comercio si me los podía probar y me comunicó que la siguiera: cogió un spray y un trapo desechable y limpió con esmero el pomo, la puerta, el perchero, la silla de dentro del probador y me indicó que ya podía entrar. Ante mi sorpresa me quedaban bien (porque el talle alto no me suele resultar cómodo), y decidí llevármelos.
Fui a la caja siguiendo los puntitos rojos e hice caso de los carteles que aconsejaban pagar con tarjeta para mayor seguridad, y ante mi asombro el tarjetero estaba envuelto en film transparente que después de cada uso iban cambiando. La cajera llevaba mascarilla y pantalla protectora además de guantes, y cuidadosamente se embadurnó en gel después de darme el ticket.
Por ironía del destino me equivoco de salida y acabo en la rotonda de Delegación, la verdad que llevo muchas llamadas infructuosas, y ya que estoy aquí decido acercarme. Mi sorpresa es que hay en la puerta un cartel que dice “se atenderá exclusivamente con cita previa” y justo debajo otro que pone «entrada al público con cita previa, una sola persona por cita. Gracias»
¡Vaya por Dios! Me da que me voy a quedar con la duda sin resolver. El caso es que me voy a la cafetería donde tenían en la barra varios periódicos viejos. Quiso el destino que mis ojos se clavaran en semejante artículo.»No hay motivos para no llevar los niños al colegio», para explicar a continuación que no es necesario bajar las ratios ya que «la diferencia entre 15, 20 o 25 alumnos en la distancia no varía, y no garantiza que no vaya a haber contagios porque los niños no están quietos, se mueves e interactúan entre ellos».
A ver, entonces… Delegación cerrada a cal y canto, la señora MariCarmen en su despacho haciendo vete tú a saber qué, y en vez de proteger a sus trabajador@s, nos manda a un aula sin posibilidad de distancias de seguridad (ya que los metros de las clases son las que hay, y no hay para más. Y como dicen en El Ejido “donde no hay mata no hay patata”) y con ratios de alumnos de 25/28 en infantil y primaria y 30-33 en IES (posibles portadores asintomátic@s, ya que nadie contempla hacerles test) y como soy de francés, entraré la misma mañana en 5 clases distintas. 25X8= ¿grupo de convivencia?
Por lo menos tengo unos bonitos pantalones con los que podrán amortajarme… Docentes, compraos pantalones que en Delegación siguen a puerta cerrada y Mari Carmen atrincherada en su despacho.
Buenos días. Me alegra que denuncie estas incongruencias y que le preocupe su seguridad como Maestra, pero lo que debería preocuparle son los miles de NIÑOS, adolescentes y jóvenes que van a MORIR con la reanudación presencial de las clases. Ése es el verdadero drama. Quien olvida la historia está condenado a repetirla. La segunda ola de la «gripe española» de 1920 fue mucho más letal que la primera por dos motivos principales: la bajada de temperaturas tras el verano y la vuelta a los colegios. No hemos sido capaces de controlar la pandemia ni siquiera con temperaturas de 35-39º así que en cuanto se rompa el distanciamiento social volveremos a estar entre los países con más fallecidos por Covid-19 del mundo. Con una diferencia, en esta segunda ola, la mayoría de MUERTOS serán NIÑOS Y ADOLESCENTES. De nada sirve denunciar un problema sin plantear soluciones. Y la solución es sencilla: no lleven a sus hijos al Colegio o Instituto. Pidan a los Maestros que les faciliten las tareas semanales y ocúpense de que las hagan en casa como hicieron durante el confinamiento, incluyendo exámenes semanales en los que ustedes supervisen que están estudiando con aprovechamiento. No tengan miedo de este Gobierno que les amenaza con procesarles penalmente. Ningún Juez les va a condenar por un delito de “Abandono de familia» porque el Derecho a la Vida y a la Salud prevalecen sobre el Derecho a la Educación y, menos aún, si les proporcionan la educación escolar desde casa. Un saludo.
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