Escribo desde el carajo, esa cesta del palo mayor de las carabelas desde donde se oteaba el horizonte, y a donde mandaban a los marineros díscolos como castigo, porque la experiencia no era muy agradable debido al frío, al viento y a que el movimiento de la nao se sentía más y la mayoría terminaban acarajados durante días.
La razón es porque en un artículo de opinión, el director de un medio de comunicación, mandaba al carajo a todos los “salvadores” de Almería, refiriéndose a los periodistas foráneos que escriben titulares catastrofistas sin conocer cómo funciona nuestra agricultura, anunciando, entre otros, el colapso del modelo por el saqueo de los acuíferos, o la uberización de la agricultura en las tierras áridas.
Aunque el dardo iba bien dirigido y estaba argumentado, en cuanto a que reconocía los impactos que genera la agricultura intensiva, el trabajo que se lleva haciendo desde hace años para minimizarlos, y la rentabilidad de la gota de agua en nuestra tierra, muchos se sintieron ofendidos y señalados por estar de acuerdo con esos titulares llamativos, que no dejan de ser una forma de atraer lectores, y sobre todo, por desprestigiar y ridiculizar tan a la ligera los estudios científicos, con datos concretos, certeros y desesperanzadores, en los que están sustentados.
Si escribo desde aquí no es porque me sienta aludido, sino porque el otro día, Ecologistas en Acción para celebrar el Día de los Humedales, organizó desde el carajo, una charla donde se presentaron diferentes proyectos, basados en la ciencia, los análisis de datos y el trabajo de campo, que me dejaron noqueado. Nada era desconocido, pero todo condensado, ilustrado con impactantes imágenes, resultados de laboratorio tras investigaciones de más de 20 años y respaldados en datos oficiales, en muchos casos su ausencia o el ocultamiento de los mismos en un claro ejemplo de inacción y falta de transparencia de las administraciones, te remueve las tripas, te incomoda en el asiento y te zarandea para despertarte de la ensoñación en la que vives.
Bajo el título, esclarecedor y no solo basado en nuestra tierra, de Agroindustria y humedales, una relación muy tóxica, se habló de la campaña El verdadero precio de los alimentos, en la que se intenta conocer cuánto valen, y a qué saben, nuestros tomates si se incluyesen los daños ambientales y se cultivase cumpliendo todas las normativas de seguridad, justicia y dignidad de los trabajadores.
Se puso sobre la mesa la falta de rigor científico de las administraciones a la hora de analizar el agua procedente de nuestra agroindustria, buscando productos que saben que no estarán por su regulación, y dejando de buscar aquellos que se utilizan de forma ilegal. En la degradada, olvidada y multada sin consecuencias, Charca de Sotomontes en El Ejido, se encontraron hasta ocho sustancias prohibidas que de algún lado deben salir.
Las Albuferas de Adra son otro dramático ejemplo. El exceso de nitrógeno y fósforo las está eutrofizando, generando anoxia y una gran pérdida de especies singulares y en peligro de extinción, como el fartet, la ranita meridional o la malvasía, que unido a la salinización de la Laguna Nueva por intrusión marina, por la sobreexplotación de los acuíferos, está cambiando la orla de vegetación que la protegía y provocando la muerte lenta y silenciosa de esta Reserva Natural.
El colofón fue la presentación de la exposición Hasta que la tierra aguante, un recorrido por nuestro país marcando los numerosos puntos negros, donde la agroindustria, cárnica y vegetal, está produciendo de manera rentable económicamente, pero insostenible para el entorno, nuestra salud y la justicia social.
Desde el carajo, a pesar de la incomodidad, la soledad, del estigma y burla social, se ven las cosas desde otra perspectiva. Es el lugar perfecto para ver los piratas que acechan, las ratas, de dos y cuatro patas, que rondan las despensas, y los acantilados o huracanes, contra los que nos dirigimos. Las voces desde el carajo no pretenden hundir el barco, porque su vida va unida al mismo. Su objetivo es el de todos, hacerlo navegar mejor, por más tiempo y lo más lejos posible.
Mientras nuestros capitanes sacan músculo y lucen palmito en Fruit Logistica de Berlín, los políticos franceses dicen gilipolleces y la hipócrita Unión Europea sigue permitiendo la entrada de productos ilegales y de dudosa salubridad desde terceros países, los agricultores de toda Europa protestan contra un modelo que los explota, aprieta, infravalora y los enfrenta.
Si nadie está contento, lo que falla es el sistema, no los titulares basados en la ciencia ni el sabor de los tomates. ¡Qué carajo, restauremos los humedales !
Moisés S. Palmero Aranda. Educador ambiental
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