Las vacaciones, que están a punto de llegar, que suelen ser el alborozo, el disfrute, y la alegría para los pequeños; se pueden convertir en una tristeza y, lo que es peor, en un peligro para muchos de ellos; cuyos progenitores trabajan y no perciben un sueldo digno, que les permita buscar a alguien que se haga cargo de ellos, durante su jornada laboral y, sobre todo, si no tienen «abuelos disponibles y capacitados».
Aquí, sí que tienen que intervenir las autoridades, ya sean nacionales, autonómicas o locales, arrimar el hombro y, entre todos, procurar que colegios, comedores o instalaciones deportivas sigan funcionando durante el estío; adonde esos niños estén debidamente atendidos. Pueden imaginarse ustedes qué harán ese medio millón de menores, dueños de las llaves de su casa y con acceso libre a electricidad, internet, etc; para hacer todo aquello que les venga en gana sin control de ningún tipo y con el peligro que ello conlleva. Por muy responsables que sean, muchas veces las fatigas crean responsabilidad, no se les puede exigir lo que a un mayor. Con razón, cuando llegan las vacaciones, muchos padres/madres se echan a temblar. ¡Ay, de las sociedades que no respetan y atienden a sus niños! Están condenados a la miseria y al mayor de los desprecios.
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