Ha decidido involucrarse del todo en el desarrollo de su localidad, y ello a través del deporte que más ama y que tanto le ha dado. En realidad ha sido una relación de simbiosis, puesto que deportistas como Raquel Huertas hacen mejor y más grande a su modalidad, sea la que sea. Ella decidió hacerle caso a El Ruso hace ya unos cuantos años y agarrar el stick. Desde ese momento se hizo una prolongación de su brazo y hasta de su alma, y Raquel, que podría haber sido muy buena en cualquier deporte, se entregó a la competición, porque ella en si está hecha de competición, y llevó el nombre de Viator y de Almería a todos sitios. En la residencia Joaquín Blume, vistiendo la camiseta de su país, de España, por el que ha dado hasta la última gota de su sudor, tirando del carro de los equipos por los que sigue pasando, su terruño nunca se ve abandonado por el recuerdo que habita bajo su rubia melena.
Lo último es Rusia, pero allí resulta que nieva en esta época del año y que eso no es compatible con el juego, así que ha encontrado, previo mutuo acuerdo con su equipo, una salida por Francia para mantenerse activa. Eso en su físico portentoso no parece un problema, pero además de tener unas condiciones naturales extraordinarias cuenta con buenos y bien colocados muebles en su cabeza. Nunca ha dejado del todo sus orígenes, y cada vez que puede los recupera. Encima, justo ahora ha recibido las confidencias de sus vecinos de toda la vida y Raquel, de espíritu comprometido, va a plantar cara. Predicando con el ejemplo, entrenando a las diez de la noche porque no hay otro horario desde su Ayuntamiento, sigue sembrando la semilla del hockey y quiere que los niños y niñas de su pueblo además tengan todas las opciones posibles de modalidades a su alcance.
