Desierto de Tabernas
Este espacio natural se convierte en el tercero de España en obtener este reconocimiento por parte de la EFA.
Hubo una época en la que España se convirtió en el plató por excelencia de Hollywood. Corría la década de los 50 cuando las grandes productoras de Estados Unidos pusieron la vista en nuestro país para rodar algunas de sus películas más emblemáticas. La decisión de trasladar gran parte del trabajo de producción a miles de kilómetros de la meca del cine estaba sustentada en un pilar lo suficientemente fuerte como para salir ganando con ella: rodar en España era mucho más barato que hacerlo en Estados Unidos.
No es una cuestión baladí, sobre todo si tenemos en cuenta que el studio system que había dominado la industria cinematográfica durante las décadas anteriores estaba en los años 50 en horas bajas. En 1948 un fallo judicial obligó a las grandes productoras a liberar el control de las salas de cine que tenían hasta el momento, pues al controlar los tres procesos de la industria (producción, distribución y exhibición) estaban violando la ley de antimonopolio. La pérdida de este sector supuso un duro golpe para estudios como la MGM o la Paramount, que además también tuvieron que hacer frente a la llegada de otro gran competidor al mercado que terminaría por provocar su caída definitiva: la televisión.
Así pues, en los años 50 Hollywood necesitaba producir a un precio más bajo para hacer que sus cintas fueran rentables y España fue el destino escogido. Además de unas ventajas económicas que rondaban el 50% según algunos historiadores, la diversidad de los paisajes naturales de nuestro país fue clave para que finalmente títulos como Pandora y el holandés errante, El Cid, Espartaco, Patton o Lawrence de Arabia se rodasen en suelo español.
De entre todos estos espacios naturales, el Desierto de Tabernas es, sin duda alguno, el más destacado de todos en términos cinematográficos. De hecho, su importancia dentro de la industria es tal que es habitual referirse a él como el Hollywood europeo. Una denominación que está avalada por la gran cantidad de películas, series y anuncios publicitarios rodados en sus inmediaciones: desde la década de los 50 hasta la actualidad más de 300.
Es por ello por lo que la Academia del Cine Europeo (EFA, por sus siglas en inglés) ha querido reconocer al Desierto de Tabernas como “Tesoro de la cultura cinematográfica europea”. Con esta distinción, la EFA persigue poner en valor y sensibilizar al público sobre aquellos espacios naturales simbólicos para el cine europeo que por su “valor histórico” deben “mantenerse y protegerse”. Precisamente en los últimos años se ha denunciado el deterioro y abandono de este enclave natural, alegando una mala gestión ambiental por parte de los órganos públicos pertinentes. Además, la puesta en marcha de iniciativas como el Día de la Tierra, promovidas desde instituciones de todos los ámbitos sociales a nivel mundial, también han ayudado a visibilizar la problemática de la gestión de los espacios naturales y la importancia de preservar su biodiversidad.
En la selección del Desierto de Tabernas para esta distinción, la EFA no solo ha tenido en cuenta el gran volumen de películas rodadas en sus parajes, entre las que destaca especialmente la “Trilogía del dólar” que encumbró a Tabernas como localización por excelencia del western europeo, sino también la celebración de Western Film Festival (AWFF). La EFA recalca en su comunicado que este certamen, que se llevó a cabo por primera vez en 2011, es “el único de su estilo en Europa” que reúne a diferentes personalidades vinculadas al cine del oeste, desde profesionales y aficionados, hasta trabajadores indirectos relacionados con el sector del turismo.
El Desierto de Tabernas se convierte así en el decimosegundo espacio natural europeo en recibir este reconocimiento por parte de la EFA. No obstante, cabe señalar que no es el primero en hacerlo a nivel nacional ya que la EFA ya ha galardonado con esta distinción a la Colegiata de Sant Vincenç de Cardona y a la Plaza de España de Sevilla. Junto a ellos se encuentran el Centro Eisenstein (Moscú), las escaleras de Potemkin en Odessa (Ucrania), el Institut Lumière en Lyon (Francia), el Bergmancenter en Farö y el Hovs Hallar en Skane, ambos en Suecia, la noria gigante de Viena (Austria), el Museo Parajanov en Ereván (Armenia), el Moulin d’anduve (Francia) y el mundo de Tonino Guerra en Pennabili (Italia).
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